Redactada:
2024-11-05
Nunca ha sido fácil llevar la singular obra de Junji Ito al medio audiovisual, pero menos aún si toda la producción, como en el reciente caso de 'Uzumaki', pareciera estar maldita de principio a fin. Y es que el proyecto, anunciado en el ya lejano 2019, no solo se ha visto lastrado por pandemias, cambios de director y problemas de presupuesto, sino también por la enorme dificultad que suponía el dotar de movimiento a la más célebre obra del autor japonés y hacerlo, además, condensando las algo más de 600 páginas del manga en un anime de tan solo 4 episodios. Todo un reto ante el que la serie, tratando de respetar al máximo el material original, respondió con un prometedor primer episodio cuya fantástica animación, combinando dibujo tradicional, rotoscopia y motion capture sobre pulcro blanco y negro, lograba insuflar vida al retorcido universo de espirales y body horror al que se verán abocados sus personajes. El perturbador infierno geométrico de Junji Ito abandonaba sus páginas y, contra todo pronóstico, lo hacía con más potencia que nunca.
Sin embargo, y como consecuencia de los diversos contratiempos surgidos durante la producción, los siguientes episodios no solo bajan bruscamente su calidad a nivel técnico, sino que, por si fuera poco, también han acabado acusando la enorme compresión argumental a la que fueron sometidos. El ritmo se acelera, el desarrollo se vuelve caótico y toda esa fluidez demostrada en el primer episodio, casi a modo de espejismo, da paso a una flagrante pérdida de detalle en los trazos que, por si fuera poco, coexiste con un doloroso abuso de planos estáticos donde casi ningún elemento, salvo los estrictamente necesarios, posee movimiento. Lo bueno es que todo esto no afecta a su atmósfera inquietante ni a la consecuente sensación de opresión y angustia ante lo insondable —muy deudora del horror cósmico de Lovecraft—, pero el resultado final, lejos de hacer justicia al maravilloso manga de Ito, se queda en una mera curiosidad que, eso sí, servirá como sugestivo acercamiento tanto al macabro imaginario del maestro japonés como, por supuesto, a su hipnótica espiral de locura.
Sin embargo, y como consecuencia de los diversos contratiempos surgidos durante la producción, los siguientes episodios no solo bajan bruscamente su calidad a nivel técnico, sino que, por si fuera poco, también han acabado acusando la enorme compresión argumental a la que fueron sometidos. El ritmo se acelera, el desarrollo se vuelve caótico y toda esa fluidez demostrada en el primer episodio, casi a modo de espejismo, da paso a una flagrante pérdida de detalle en los trazos que, por si fuera poco, coexiste con un doloroso abuso de planos estáticos donde casi ningún elemento, salvo los estrictamente necesarios, posee movimiento. Lo bueno es que todo esto no afecta a su atmósfera inquietante ni a la consecuente sensación de opresión y angustia ante lo insondable —muy deudora del horror cósmico de Lovecraft—, pero el resultado final, lejos de hacer justicia al maravilloso manga de Ito, se queda en una mera curiosidad que, eso sí, servirá como sugestivo acercamiento tanto al macabro imaginario del maestro japonés como, por supuesto, a su hipnótica espiral de locura.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Sentimiento
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Duracion
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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