Crítica de Sobrenatural por Sandris

¿Qué se hace cuando terminas una serie de 15 temporadas y 327 episodios con la que llevas más de un año conviviendo noche tras noche? Pues llorar. Llorar a mares porque nunca habrá otro espectáculo como 'Sobrenatural'. Es cierto que no esperaba que me durase tanto, pero como soy una víctima más de mí misma y mis ansias por maratonear a muerte, se me atragantó en muchas ocasiones y he tenido que darle al pause. Esto no tiene nada que ver con el valor de la serie, pero quizá juega en su contra su evidente repetitividad en tramas, historias y giros.
Se nos narra aquí la vida a lo largo de los años de Sam y Dean, dos cazadores de monstruos que utilizarán todos sus recursos para hacer de este mundo un lugar mejor. Aunque no tardaremos en descubrir que los verdaderos monstruos también tienen sus matices, que no todo es bueno o malo y que los propios protagonistas esconden en el fondo de su ser tanto la bondad como la oscuridad. A lo largo de 15 años les vemos crecer, aprender, sufrir, les vemos llorar las muertes de sus seres queridos, intentar salir adelante por todos los medios y sobre todo, les vemos luchar contra todo aquello que ponga en riesgo a su familia.

Nunca esperé que una serie como 'Sobrenatural' fuese a gustarme tanto y a dolerme tanto. Nunca esperé que la historia de dos hermanos que se recorren Estados Unidos en un Impala a ritmo de rock clásico me llegase tanto. Nunca esperé que en el justo instante en el que vi el último episodio ya me sintiese vacía. Nunca esperé mucho y, sin embargo, sé que su recuerdo se quedará conmigo por muchísimo tiempo. Y por si fuera poco, hacía siglos que no lloraba tanto con el final de una serie... Qué viaje.

"You know, saving people, hunting things... The family business".