La maldición de Hill House

Confieso que los primeros capítulos los veía con un ojo cerrado, por si acaso, y es que desde el minuto 1 tienes esa sensación de "puede pasar cualquier cosa o aparecer cualquier cosa por cualquier lugar en cualquier momento" y algunos sustos te hacen saltar en el asiento, vaya que sí. Pero a medida que vas avanzando y comprendiendo, y cambiando el punto de vista al ir conociendo poco a poco a los personajes, siguiendo su desarrollo, y el terror da paso al drama, no puedes despegar los ojos de la pantalla.

Hay momentos en los que no pasa absolutamente nada, pero da igual, la atmósfera y los personajes te atrapan, te quedas viendo cómo simplemente hablan pero se vacían por dentro con cada palabra, hay monólogos que calan muy hondo, puedes sentir su frustración, su miedo, su dolor...

Y es que no es una serie de miedo, sino sobre el miedo. Trata sobre la familia, sobre la paternidad y sobre los miedos que cualquiera puede tener simplemente por vivir: la soledad, el abandono, la tristeza, la pérdida, el no sentir nada (enamorada de Theo hasta el fin de los tiempos)... La madre tiene el miedo que cualquier madre podría tener, que sus hijos van a sufrir en el mundo exterior y en algún momento van a morir, y quiere protegerlos de cualquier mal, mientras que el padre está obsesionado con que puede arreglarlo todo, cuando hay cosas que simplemente no se pueden arreglar, y la muerte es una de ellas.

Además todo está hilado y pensado para que lo que en un capítulo no tiene sentido o simplemente lo ves y ya, en otro tenga todo el sentido del mundo, y todo está relacionado. El capítulo sobre Nell y ver quién era la mujer del cuello torcido es desgarrador. Y aparte del juego de planos y de movimientos, que también está muy bien estudiado, tenemos un reparto de lujo, no sólo los padres y las versiones adultas de los hijos, repleto de caras que a más de uno le sonarán, es que los niños son maravillosos.

Esperaba una simple historia de terror y fantasmas y ha sido toda una sorpresa que me ha tenido con un nudo en la garganta y la piel de gallina en más de una ocasión.

Mike Flanagan adapta la novela homónima de Shirley Jackson para traernos 'La maldición de Hill House', una historia clásica de casas encantadas, maldiciones y fantasmas que, pese a su aparente falta de originalidad, ha conseguido convertirse en un verdadero soplo de aire fresco dentro de su género. Esto se debe, en buena parte, a la forma en que la serie logra alejarse de los habituales "jump scares" del cine de terror más convencional para, a cambio, profundizar en el drama personal de los personajes y en el propio desarrollo de los mismos dentro del argumento. Aquí no encontraremos a los típicos personajes unidimensionales que toman siempre las peores decisiones posibles en beneficio del susto fácil, sino que la serie nos permite ir conociéndolos poco a poco para comprender por qué actúan o no de cierta manera, dejando a su vez siempre un halo de misterio en cada uno de ellos que se irá difuminando conforme avance la trama.

Y claro, que la serie se tome su tiempo para perfilar la historia y a sus protagonistas se acaba traduciendo en un ritmo pausado que, obviamente, no será del agrado de todo el mundo, pero que sin duda ayuda a crear una atmósfera de temor e incertidumbre constante que consigue que los sustos y sobresaltos, que también los hay, sean capaces de dejarte con el corazón en la boca. En definitiva, una gran serie para los que busquen historias más elaboradas de lo normal dentro de este género; historias en las que el drama se mezcla con el terror y que nos muestran que el miedo no solo es un estado momentáneo que ocurre cuando te enfrentas a un suceso aterrador, sino que puede ser una sensación que te acompañe toda tu vida.

Tuvo su éxito cuando salió y no fue para menos, esa historia en aquella casa en la que los protagonistas tendrán su desarrollo con los años y todo va encajando perfectamente con el paso de los capítulos. Es innovadora, entretenida ya que te va atrapando poco a poco y no podrás despegar la vista. Merece la pena