Cross

Cross es un thriller policial que atrapa desde el primer episodio. La serie sigue a Alex Cross, un detective y psicólogo forense marcado por la tragedia personal, mientras persigue a un astuto asesino en serie y lidia con el misterio del asesinato de su esposa. Esta mezcla de acción, tensión emocional y una ambientación cuidada en Washington D.C. la convierte en una propuesta sólida y atractiva.

Uno de los puntos fuertes es cómo explora la complejidad emocional de Alex, desde su lucha con el duelo hasta cómo su dolor afecta su trabajo y sus relaciones, especialmente con su mejor amigo John, quien aporta una dinámica auténtica y poderosa que pocas veces se ve en pantalla. Además, el uso de música icónica y referencias culturales le da una personalidad única.

Sin embargo, no todo es perfecto. Algunos momentos se sienten un poco exagerados, y ciertos personajes secundarios, como Bobby Trey, merecían más desarrollo. A pesar de eso, Cross logra mantener la tensión y emocionar, con giros impactantes y una narrativa bien construida. Es una serie que destaca por su profundidad y por la manera en que combina acción y reflexiones sobre temas como el duelo, la masculinidad y las obsesiones.

Por las pistas que te dan creí que era una serie entre un Shaft culto y un Sherlock Holmes negro.
Lo de culto porque es licenciado en psicología (y para los americanos eso de ser licenciado es el no va más de la inteligencia) y lo de SH por su prodigiosa capacidad de análisis.
Lo cierto es que no tiene los puños de Shaft (o no los usa) y sus deducciones son pocas y traídas por lo pelos (atentos a la "confesión" que dice ha soltado involuntariamente un interrogado en los primeros 5 minutos - capítulo 1).

Al final tiene algo de serie familiar: más bien se trata de un poli viudo con hijos y madre en casa, de lágrima fácil, culto, cristiano, sensible a la realidad social lutherking (con sus negros siempre cabreados entre pancartas reivindicativas).

Es una serie de negros donde los pocos blancos son malos, claro está. Con todo, el que los protas sean negros, posibilita saltarse un poco la corrección política con enfrentamientos de negro a negro; (hay una escena de una cena con unos ocho comensales y ni uno es blanco: chinos, indios, pakistán, yo qué sé... un tutti frutti sin nata).

Es una serie plagada de estereotipos "de toda la vida" (que con los tiempos que corren casi que se agradecen): viudo culpabilizado y casto; malo a lo jamesbond: psicópata inteligentísimo, millonario y sin remordimientos, etc.

Desde "Seven" o "El coleccionista de huesos" ya nos hemos acostumbrado a los asesinos psicópatas que matan siguiendo un patrón, pero aquí se han pasado: es un patrón ridículo que lo justifican por darle un aire conspiranoico, casi de secta satánica, que resulta fallido, fuera de lugar.

Serie de tono clásico aunque alarga demasiado el chicle con 8 episodios de una hora; hubiera preferido que cada episodio tratara una historia distinta con final feliz; con una trama transversal en el que podrían entrar sus conflictos personales y familiares.

Serie entretenida que se deja ver.
Bienvenidos a los 80 del siglo XXI.
A por la siguiente temporada.