1883

Que Taylor Sheridan ha visto más wésterns que nadie es casi algo que podemos afirmar sin miramientos. Guionizando películas como 'Comanchería' o dirigiendo 'Wind River' y la magnífica serie 'Yellowstone', nos deja bien claro cuáles son sus gustos y sus preocupaciones. Metidos de lleno en el "YellowstoneVerse", Sheridan nos regala la precuela de '1883' donde la violencia, la injusticia y la maldad campan a sus anchas. Pero otra vez más encontramos su fascinación por el más puro wéstern, los pistoleros, los robos de caballos, la suciedad, la muerte más descarnada... Al mismo tiempo que muestra su preocupación por el incansable robo de tierras que sufrieron y sufren los indígenas americanos. La historia sigue de cerca a los ancestros de la familia Dutton y cómo intentan llegar a un asentamiento adecuado para formar un hogar, tras tiempos de guerra. A ellos se les unirá una caravana de inmigrantes que, como ellos, buscan un presente y un futuro mejor. Les acompañarán personajes legendarios como Sam Elliot que es la voz de la razón, contrapuesto a una fantástica y soñadora Isabel May (en el papel de Elsa), que con tan sólo 23 años nos regala posiblemente uno de los papeles de su vida.
¿Es necesario haber visto 'Yellowstone' para ver su precuela? Rotundamente no. ¿Qué nos ofrece pues '1883' para mantenernos fijos a la pantalla como si el mundo fuera de nuestra ventana no existiese? Nos ofrece un viaje increíble, casi homérico, con unos Ulises luchando contra la tierra, el cielo y el propio hombre para llegar a un paraíso terrenal que compense todas sus penas. Porque como dice nuestra protagonista y narradora Elsa: "para mí, el viaje es el destino".

Seguiremos cabalgando Sheridan, hasta que tú decidas lo contrario. Una miniserie estupenda, melancólica, brutal, violenta pero tan hermosa que te dejará tan triste como fascinado.

"No sabía cuán cruel e indiferente puede ser el mundo. Al mundo no le importa si mueres, no va a escuchar tus gritos. Si sangras en el suelo, este beberá. No le importa que te hayas cortado. Me dije a mí misma que cuando conozca a Dios, eso será lo primero que le preguntaré. ¿Por qué crear un mundo de maravillas y llenarlo con monstruos? ¿Por qué crear flores y luego serpientes para esconderse debajo? ¿A qué propósito sirve el tornado? Y lo entendí. Él no lo hizo para nosotros."

Sorprendente. Tierna, violenta, bella, dramática, triste, todo a la vez. Hacía tiempo que no veía una serie o película western ambientada en la época de los colonos, con tanto gancho y realismo y sin concesiones de ningún sesgo.
Con un guión pausado, tierno, emotivo y violento cuando corresponde, la descripción de los personajes es, sobre todo, humana. Para lo bueno y para lo malo. La narración en "off" no tiene ningún desperdicio: es pura belleza descriptiva y emocional.
Y encima los actores están memorables. Las interpretaciones me parecen construidas con cincel en piedra y sin pulir después.
Por ponerle una pega, quizás la figura y atuendos de la rubia protagonista chirríe un poco en ese contexto y en esa época. También me sobran bastantes lágrimas y mocos. No deja de ser una mujer adulta de 18 años, dura y tierna, pero, sobre todo, que se va curtiendo por el camino. Tampoco me han convencido dos o tres escenas de acción. Me parece que no es la especialidad del realizador.
El final es pura belleza.
En resumen: una verdadera maravilla.

Un grupo de emigrantes europeos, en una huida desesperada de sus vidas, se lanza a un durísimo viaje sin retorno, ya sea con vida o sin ella.
Un viaje a través de la mirada introspectiva de su protagonista, mitad adolescente, mitad adulta, y la de su familia.
La serie, quizás por la búsqueda en exceso de liberarse políticamente del western clásico, termina cayendo ligeramente en el mito del buen salvaje aunque sea preferible pecar por este extremo que por el contrario.
La reflexión que nos deja sobre la salvaje selva irracional que significa la propiedad privada, en forma de territorio y recursos, y la consecuente lucha despiadada por ella es cristalina.