Crítica de Sucker Punch por MrPenguin
Redactada: 2024-05-19
'Sucker Punch' o el día en el que Zack Snyder decidió rodar una de las cinemáticas de videojuego más largas —y molonas— de la historia. Dos frenéticas horas de pura locura audiovisual al servicio del Snyder más desatado; del más libre. Del que, por primera vez en su carrera, se alejaba de adaptaciones, remakes y encargos para dar forma a su propia historia. No una especialmente original en su concepto, pero sí increíblemente delirante en su ejecución y en la manera en la que el director, valiéndose de su innegable talento para la espectacularidad más absoluta, lograba abstraerse de los grilletes de su propio guion —coescrito junto a Steve Shibuya— para invitarnos a un trepidante videoclip en el que acción, fantasía y drama se funden y confunden en diversos niveles de realidad. Tres capas de metaficción conjugadas en torno a las vidas de cinco chicas, todas ellas internadas en un siniestro sanatorio mental, que deberán encontrar una serie de ítems con los que intentar escapar de tan indeseable lugar. La campaña de rol más salvaje jamás creada.
La propuesta era tan atrevida como arriesgada y, en honor a la verdad, fue un auténtico fracaso. En taquilla no funcionó y la crítica la destrozó aludiendo a todos esos excesos que la caracterizan y que, al menos desde mi punto de vista, son los que hacen que sea tan absurdamente disfrutable. Snyder es esa clase de tipo que, si quiere ponerte heavy metal a todo volumen durante una secuencia de acción, lo hace. Y le da igual. Solo así se entiende el demencial cóctel de influencias, estilos y referencias que se suceden sin descanso mientras vemos a nuestras heroínas pelear contra zombies nazis, samuráis de ultratumba, orcos y cyborgs al ritmo de guitarras eléctricas y llevando la épica a un nuevo plano dimensional. Y todo esto en minifalda y medias de rejilla. Porque sí. Porque toda la película parece el sueño adolescente de Snyder tras haberse pasado la tarde jugando a Wolfenstein, Final Fantasy y Dungeons & Dragons y eso es lo que la hace tan única y especial. El ejemplo perfecto del "o la amas o la odias" y la sublimación definitiva del placer culpable en su forma más pura. Gracias por tanto, Zack.
La propuesta era tan atrevida como arriesgada y, en honor a la verdad, fue un auténtico fracaso. En taquilla no funcionó y la crítica la destrozó aludiendo a todos esos excesos que la caracterizan y que, al menos desde mi punto de vista, son los que hacen que sea tan absurdamente disfrutable. Snyder es esa clase de tipo que, si quiere ponerte heavy metal a todo volumen durante una secuencia de acción, lo hace. Y le da igual. Solo así se entiende el demencial cóctel de influencias, estilos y referencias que se suceden sin descanso mientras vemos a nuestras heroínas pelear contra zombies nazis, samuráis de ultratumba, orcos y cyborgs al ritmo de guitarras eléctricas y llevando la épica a un nuevo plano dimensional. Y todo esto en minifalda y medias de rejilla. Porque sí. Porque toda la película parece el sueño adolescente de Snyder tras haberse pasado la tarde jugando a Wolfenstein, Final Fantasy y Dungeons & Dragons y eso es lo que la hace tan única y especial. El ejemplo perfecto del "o la amas o la odias" y la sublimación definitiva del placer culpable en su forma más pura. Gracias por tanto, Zack.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Sentimiento
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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