Crítica de Sin perdón por VanHellsing

Qué señor western, mi madre. Cuando hablamos de Clint Eastwood y el cine del oeste habría que separar las que hizo en Europa de las que hizo en Estados Unidos, y más aún las que son de los 60-70 de las posteriores, porque está claro que el estilo cambia mucho. Las de antes, spaghetti western sobre todo, tenían ese tonillo del héroe mitificado donde Clint era casi un superhéroe, y molaban justo por eso, por ese aire de pistolero invencible que cargaba siempre a sus espaldas. Pero luego pasó el tiempo, el western pasó de moda, Clint fue envejeciendo y se sacó de la manga esta maravilla del western moderno, aunque todos lo llaman crepuscular por el tema ese de que el género ya estaba en decadencia, y es lo que transmite a su personaje, que no es más que un viejo pistolero viudo y retirado que las pasa putas para criar a sus dos hijos pequeños y que tiene que aceptar un último encargo para salir adelante. Y el encargo también se las trae, porque es una venganza contra dos salvajes que le cortaron la cara a una prostituta. El salvaje oeste ni más ni menos.
El caso es que Clint lo clava haciendo de ese hombre cansado que ya ha perdido la garra del héroe de juventud, pero que todavía cree en la justicia y sus propios valores. Se acompaña de un buenazo como es Morgan Freeman, quien le ayudará en su encargo.

Como western y película en general podría decirse que es bastante pausada, se va formando la trama poco a poco mientras vamos conociendo a los personajes y nos preparan para un final de escándalo, de esos que solo pueden describirse como épicamente míticos. Te deja esa sensación de que has visto algo grande, una historia de violencia y redención, con unos personajazos de aúpa y un amor enorme por el género. Lo que se dice un clásico.