Crítica de Memorias de un caracol por MrPenguin
Redactada: 2025-01-12
De familias rotas, almas perdidas y corazones solitarios. De todas esas ánimas marcadas por la tragedia y que, pese a los inevitables reveses del destino, siempre son capaces de seguir adelante. La triste amargura de la propia existencia narrada, en forma de emotiva retrospectiva vital, a través de la melancólica mirada de Grace Pudel, una joven sin demasiada fortuna en la vida que Adam Elliot, recurriendo una vez más a la técnica del stop motion, convierte en la entrañable protagonista de 'Memorias de un caracol', su segundo largometraje tras la inolvidable 'Mary and Max' y, al mismo tiempo, una nueva muestra de su enorme talento a la hora de capturar, siempre desde su agridulce punto de vista, la frágil belleza contenida en lo diferente. En lo raro. En todos aquellos incomprendidos que nunca acaban de encajar y a los que el director, en metafórico paralelismo con los caracoles —la gran afición de Grace—, anima a salir de sus refugios, echar la vista al frente y seguir avanzando, aunque sea poco a poco, por ese incierto camino que es la vida.
Como ya hiciera en sus anteriores trabajos, Elliot vuelve a construir su historia sobre una animación intencionadamente feísta —rozando incluso lo grotesco— que, en cierto modo, no deja de ser más que el fiel reflejo de sus atormentados protagonistas. Personajes extraños, deformes y, en ocasiones, desagradables, pero también irremediablemente hermosos dentro de su, por otra parte, infinita imperfección. Humanos al fin y al cabo. Seres llenos de preocupaciones, temores y sueños que, en definitiva, no hacen sino sintetizar toda esa humanidad que el director, sin renunciar a sus habituales dosis de humor negro, logra insuflar a esta conmovedora historia reescrita, desde su enorme sensibilidad, como una sincera carta de amor tanto a los que viven señalados por el estigma de la rareza como, de igual modo, a aquellos que la abrazaron para ayudarles, casi a modo de ángeles guardianes, a ser raros en compañía. Maravillosa filosofía para este esperanzador canto a la vida y a todos esos caracoles que, sin dar nunca un paso atrás, nos enseñaron a afrontarla.
Como ya hiciera en sus anteriores trabajos, Elliot vuelve a construir su historia sobre una animación intencionadamente feísta —rozando incluso lo grotesco— que, en cierto modo, no deja de ser más que el fiel reflejo de sus atormentados protagonistas. Personajes extraños, deformes y, en ocasiones, desagradables, pero también irremediablemente hermosos dentro de su, por otra parte, infinita imperfección. Humanos al fin y al cabo. Seres llenos de preocupaciones, temores y sueños que, en definitiva, no hacen sino sintetizar toda esa humanidad que el director, sin renunciar a sus habituales dosis de humor negro, logra insuflar a esta conmovedora historia reescrita, desde su enorme sensibilidad, como una sincera carta de amor tanto a los que viven señalados por el estigma de la rareza como, de igual modo, a aquellos que la abrazaron para ayudarles, casi a modo de ángeles guardianes, a ser raros en compañía. Maravillosa filosofía para este esperanzador canto a la vida y a todos esos caracoles que, sin dar nunca un paso atrás, nos enseñaron a afrontarla.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Sentimiento
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Duracion
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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Valoraciones en tu crítica:
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Comentarios
Tengo la ligerísima impresión de que te va a encantar :D.
Ay, mil gracias. Ese es el mejor halago posible conociendo tu aversión al stop motion (el cual no se ha librado de la buena pullita encubierta por lo que veo jaja).