Redactada: 2018-01-12
La adaptación de Ford de la novela de Steinbeck es francamente espléndida. Ford es considerado con razón uno de los grandes narradores de la historia del cine y en ésta película, que no tiene nada que envidiar al neorealismo europeo, se muestra en todo su esplendor. Paradójicamente, a Ford a menudo se le ha acusó¡ado de conservadurismo ideológico y de ser un realizador de derechas, cuando no fascista. Sin embargo, en esta película defiende como nadie en el cine americano la dignidad del trabajador y describe con vehemencia el movimiento obrero, en este caso agrario, sin eludir las virtudes de los campamentos comunistas.
El estilo narrativo es impecable; emplea los primeros planos y los contrastes de luz, confiriendo a las sombras y los paisajes desolados contenido narrativo. En algunas de las escenas, la utilización de los rostros se asemeja a la fotografía del Walker Evans en el reflejo de la depresión americana. Para ello se beneficia de las soberbias interpretaciones de todo el elenco, sobre todo de Henry Fonda, en un papel fantástico, y de la madre, Jane Darwell que muestra una eficacia dramática difícilmente superable.
Cada plano de la película se introduce con una precisión inigualable; el ritmo es perfecto y las escenas nos van introduciendo en el drama de los personajes como si nosotros formáramos parte de ellos mismos. El mensaje final entronca dentro del New Deal americano, el colectivismo como forma de resolver los problemas, pero un colectivismo entendido como afirmación del individuo. Y también el reflejo de la importancia de la familia es un pilar básico del filme. Pero, cuando uno se enfrenta a estas películas, lo mejor es dejarse emocionar. Y para dejarse emocionar por Las Uvas de la Ira, sólo hay que tener los ojos abiertos.
Critica realzada en el año 2000
Guion
Banda sonora
Interpretación
Efectos
Ritmo
Entretenimiento
Complejidad
Sentimiento
Duracion
Credibilidad
Fotografía
Dirección

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