Crítica de La maldición por gjulo
Redactada: 2024-10-23
Después de ver cómo Samara se despeinaba de mala manera con el lamentable intento de resucitar la saga estadounidense 'Ring' en 2017, pensábamos que los espectros japoneses (y sus equivalentes estadounidenses colocados con ketchup) habían vuelto de una vez por todas para someterse a un tratamiento capilar en el más allá.... Pues no. Aquí estamos, en 2019, con una nueva 'The Grudge' y seguimos tan sorprendidos como siempre de estar subestimando la cruel falta de inventiva de la industria de Hollywood cuando se trata de terror. A primera vista, la maniobra es lógica desde un punto de vista puramente comercial: en 2004, "The Grudge", el remake de "Ju-on", fue tal éxito de taquilla (junto con su predecesora "The Ring", dos años antes) que engendró toda una serie de adaptaciones de largometrajes de J-Horror (películas japonesas de fantasmas) más o menos exitosas, así que ¿por qué no imaginar que una nueva versión tendría el potencial de hacer lo mismo durante la próxima década?
Para ello, nada como utilizar el bonito nombre del productor Sam Raimi como reclamo, como ya ocurriera en su día, encontrar un director procedente del mundo del terror indie (Nicolas Pesce) para dar una apariencia de visión artística, contar con unos cuantos actores más que sólidos delante de la cámara (Andrea Riseborough, Demían Bichir, John Cho, Lin Shaye y Jacki Weaver) y conseguir un poco de R-Rated sinónimo de escenas de shock para afirmar cierta diferencia con los productos asépticos del mismo género. Todo el conjunto olía a fórmula y a trucos de marketing, con el objetivo de vendernos más o menos el mismo plato que existe desde hace veinte años.
Sorprendentemente, y aunque no sea un éxito rotundo (¡que quede claro!), 'The Grudge' nos lleva la contraria al ser una auténtica propuesta de terror que no encaja del todo en el molde habitual...
Pasemos por alto la inútil introducción que valida en un santiamén el paso de la maldición de Japón a una casa americana (porque, sí, semejante artilugio sobrenatural puede obviamente atravesar un océano...), no hace más que confirmar nuestros peores temores al cabo de apenas unos minutos y no es realmente representativa de lo que está por venir, sino un simple guiño fallido al pasado.
De hecho, "The Grudge" desvela rápidamente su enfoque de thriller sobrenatural mucho más interesante, en el que la investigación de la heroína se convierte en el hilo conductor de la historia de todas las víctimas de la maldición en su nuevo hogar. Y, para nuestra sorpresa, ¡funciona!
Por supuesto, no hay nada nuevo en combinar una historia de detectives con una oscura historia de fantasmas, pero Nicolas Pesce lo consigue con convicción, sumergiendo su largometraje en una oscuridad a una escala que no esperábamos. Las elecciones estéticas de la película evocan la oscuridad de un otoño eterno, la atmósfera sigue siendo opresiva en todo momento, el ritmo lento está bien pensado, el tono es adulto y morboso (con algunos estallidos de violencia inesperados), y el reparto es muy juicioso con un abanico de papeles tortuosos (encabezados por Andrea Riseborough)... En definitiva, ya sea por su propio dolor, por la maldición o por ambas cosas, la especie de estado ultradepresivo permanente en el que evolucionan todos estos personajes sin afeitar o con ojeras de récord contagia al conjunto de "The Grudge" y le confiere una identidad contraria a los cánones comerciales actuales del género. De hecho, la película nunca será mejor que cuando utiliza todos los elementos de su ambientación de forma sugerente, con esos pequeños momentos de tensión tan logrados antes de que aparezcan los fantasmas.
En cambio, cuando Nicolas Pesce quiere ser más demostrativo en pantalla, la película se hunde por completo.
No estamos hablando aquí de algunas secuencias sangrientas o de planos de cadáveres en descomposición, sino que “The Grudge” es (relativamente) extrema en su representación de la violencia, y eso es bueno de ver (hasta el epílogo).
El problema radica en los espectros. Habiendo perdido las especificidades físicas que los hacían tan atractivos en las entregas anteriores, ahora están occidentalizados y se han vuelto extremadamente banales. Aparte de la presencia sobreabundante de agua podrida y bañeras, la maldición basada en asesinatos familiares nunca ha sido muy original, pero si, además, sus fantasmas ya no tienen ninguna característica que simbolice el alcance de la maldición, sólo puede dar lugar a apariciones muy aburridas. Sobre todo porque, a excepción de algunos jumpscares eficaces, Nicolas Pesce está mucho menos dotado para sorprendernos con sus manifestaciones, demasiado numerosas, repetitivas y en su mayoría poco imaginativas.
Lo mismo ocurre con la trama. La progresión de la investigación, con sus idas y venidas cronológicas, desenmascarando el destino de cada habitante de la casa, ocupa demasiado tiempo y se limita finalmente a una serie de ejecuciones (algunas de ellas divertidas) sin darnos realmente tiempo a emocionarnos ni a profundizar en lo que está en juego en la trama principal, lo que se traduce en un final bastante aburrido...
A pesar de todo, debemos admitir que algunas de las cualidades de esta versión de "The Grudge" me han sorprendido un poco, ya que esperaba un desastre mucho mayor. Esto no significa que la película sea buena, y desde luego no devolverá a esta franquicia ni a las adaptaciones de J-Horror al candelero, pero de todos modos... las ambiciones que había detrás no eran ni mucho menos carentes de interés.
Para ello, nada como utilizar el bonito nombre del productor Sam Raimi como reclamo, como ya ocurriera en su día, encontrar un director procedente del mundo del terror indie (Nicolas Pesce) para dar una apariencia de visión artística, contar con unos cuantos actores más que sólidos delante de la cámara (Andrea Riseborough, Demían Bichir, John Cho, Lin Shaye y Jacki Weaver) y conseguir un poco de R-Rated sinónimo de escenas de shock para afirmar cierta diferencia con los productos asépticos del mismo género. Todo el conjunto olía a fórmula y a trucos de marketing, con el objetivo de vendernos más o menos el mismo plato que existe desde hace veinte años.
Sorprendentemente, y aunque no sea un éxito rotundo (¡que quede claro!), 'The Grudge' nos lleva la contraria al ser una auténtica propuesta de terror que no encaja del todo en el molde habitual...
Pasemos por alto la inútil introducción que valida en un santiamén el paso de la maldición de Japón a una casa americana (porque, sí, semejante artilugio sobrenatural puede obviamente atravesar un océano...), no hace más que confirmar nuestros peores temores al cabo de apenas unos minutos y no es realmente representativa de lo que está por venir, sino un simple guiño fallido al pasado.
De hecho, "The Grudge" desvela rápidamente su enfoque de thriller sobrenatural mucho más interesante, en el que la investigación de la heroína se convierte en el hilo conductor de la historia de todas las víctimas de la maldición en su nuevo hogar. Y, para nuestra sorpresa, ¡funciona!
Por supuesto, no hay nada nuevo en combinar una historia de detectives con una oscura historia de fantasmas, pero Nicolas Pesce lo consigue con convicción, sumergiendo su largometraje en una oscuridad a una escala que no esperábamos. Las elecciones estéticas de la película evocan la oscuridad de un otoño eterno, la atmósfera sigue siendo opresiva en todo momento, el ritmo lento está bien pensado, el tono es adulto y morboso (con algunos estallidos de violencia inesperados), y el reparto es muy juicioso con un abanico de papeles tortuosos (encabezados por Andrea Riseborough)... En definitiva, ya sea por su propio dolor, por la maldición o por ambas cosas, la especie de estado ultradepresivo permanente en el que evolucionan todos estos personajes sin afeitar o con ojeras de récord contagia al conjunto de "The Grudge" y le confiere una identidad contraria a los cánones comerciales actuales del género. De hecho, la película nunca será mejor que cuando utiliza todos los elementos de su ambientación de forma sugerente, con esos pequeños momentos de tensión tan logrados antes de que aparezcan los fantasmas.
En cambio, cuando Nicolas Pesce quiere ser más demostrativo en pantalla, la película se hunde por completo.
No estamos hablando aquí de algunas secuencias sangrientas o de planos de cadáveres en descomposición, sino que “The Grudge” es (relativamente) extrema en su representación de la violencia, y eso es bueno de ver (hasta el epílogo).
El problema radica en los espectros. Habiendo perdido las especificidades físicas que los hacían tan atractivos en las entregas anteriores, ahora están occidentalizados y se han vuelto extremadamente banales. Aparte de la presencia sobreabundante de agua podrida y bañeras, la maldición basada en asesinatos familiares nunca ha sido muy original, pero si, además, sus fantasmas ya no tienen ninguna característica que simbolice el alcance de la maldición, sólo puede dar lugar a apariciones muy aburridas. Sobre todo porque, a excepción de algunos jumpscares eficaces, Nicolas Pesce está mucho menos dotado para sorprendernos con sus manifestaciones, demasiado numerosas, repetitivas y en su mayoría poco imaginativas.
Lo mismo ocurre con la trama. La progresión de la investigación, con sus idas y venidas cronológicas, desenmascarando el destino de cada habitante de la casa, ocupa demasiado tiempo y se limita finalmente a una serie de ejecuciones (algunas de ellas divertidas) sin darnos realmente tiempo a emocionarnos ni a profundizar en lo que está en juego en la trama principal, lo que se traduce en un final bastante aburrido...
A pesar de todo, debemos admitir que algunas de las cualidades de esta versión de "The Grudge" me han sorprendido un poco, ya que esperaba un desastre mucho mayor. Esto no significa que la película sea buena, y desde luego no devolverá a esta franquicia ni a las adaptaciones de J-Horror al candelero, pero de todos modos... las ambiciones que había detrás no eran ni mucho menos carentes de interés.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Sentimiento
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Duracion
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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