Crítica de El flautista de Hamelín por MrPenguin
Redactada: 2024-07-10
Si bien las primeras versiones de 'El flautista de Hamelín' ya presentaban un tono bastante oscuro —y más en comparación con las edulcoradas revisiones que han llegado hasta nuestros días—, ninguna de ellas se acerca tan siquiera a la concebida por Jiří Barta en 'Krysař', una dantesca reescritura de la leyenda original en clave de siniestra y, por momentos, terrorífica fábula gótica. El director checo, recurriendo a engranajes, marionetas y fondos tallados en madera, nos retrotrae a la Baja Sajonia medieval para dar forma a un pesadillesco universo en stop motion donde la revolución industrial, símbolo inequívoco del capitalismo moderno, ha comenzado su proceso de transformación social mucho antes de lo esperado. La corrupción invade cada rincón de la pequeña ciudad de Hamelín mientras sus estrechas callejuelas, ejerciendo la misma sensación opresiva que sus retorcidos edificios, son infestadas por cientos y cientos de ratas. Ya no queda ni rastro del posible carácter infantil del relato; tan solo la decadencia de la condición humana en su máxima expresión.
Barta, tomando el declive de la sociedad contemporánea como lienzo para su ácida sátira animada, recoge los textos de autores como los hermanos Grimm, Robert Browning o Viktor Dyk y los pasa por el macabro filtro tejido por la codicia, el egoísmo y, en definitiva, lo peor del ser humano. Los ecos de tan perverso escenario permean incluso hasta la sugerente propuesta estilística que el animador checo, conjugando la enorme plasticidad visual del expresionismo alemán con la oscuridad del arte medieval, logra inyectar al absorbente microcosmos de tétrica fantasía que nos propone. Solo las inquietantes y, a la vez, hermosas partituras de su envolvente banda sonora, compuesta por Michael Kocáb, logran imponerse sobre los ininteligibles gruñidos de unos personajes cada vez más deshumanizados y entregados, como en el cuento original, a la misteriosa figura del flautista. Una pequeña joyita de la animación artesanal que, al igual que las hipnóticas melodías de su protagonista, atrapa, perturba y hechiza de principio a fin.
Barta, tomando el declive de la sociedad contemporánea como lienzo para su ácida sátira animada, recoge los textos de autores como los hermanos Grimm, Robert Browning o Viktor Dyk y los pasa por el macabro filtro tejido por la codicia, el egoísmo y, en definitiva, lo peor del ser humano. Los ecos de tan perverso escenario permean incluso hasta la sugerente propuesta estilística que el animador checo, conjugando la enorme plasticidad visual del expresionismo alemán con la oscuridad del arte medieval, logra inyectar al absorbente microcosmos de tétrica fantasía que nos propone. Solo las inquietantes y, a la vez, hermosas partituras de su envolvente banda sonora, compuesta por Michael Kocáb, logran imponerse sobre los ininteligibles gruñidos de unos personajes cada vez más deshumanizados y entregados, como en el cuento original, a la misteriosa figura del flautista. Una pequeña joyita de la animación artesanal que, al igual que las hipnóticas melodías de su protagonista, atrapa, perturba y hechiza de principio a fin.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Sentimiento
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Duracion
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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