Crítica de El buen patrón por MrPenguin

Entregado, carismático, protector con los suyos e implacable con el resto, Julio Blanco (magníficamente interpretado por un Javier Bardem soberbio) es un jefe ejemplar o, al menos, eso parece. Su negocio, una exitosa fábrica de básculas y balanzas industriales, espera la llegada de una comisión de la que depende un premio local a la excelencia empresarial, por lo que todo deberá estar perfecto para la visita. Sin embargo, una fatídica sucesión de acontecimientos pondrá las cosas cuesta arriba para Julio, quien hará todo lo posible para que nada falle de cara al gran día. Fernando León de Aranoa utiliza este escenario para, casi veinte años después de su maravillosa 'Los lunes al sol', situarse en el otro lado de la balanza —nunca mejor dicho— y dejarnos esta visión satírica, ácida y casi caricaturesca del mundo empresarial y laboral desde el lado del que manda. Del jefe. Del patrón.

De la película podrían extraerse muchas lecturas y críticas que, de hecho, encajarían totalmente con el habitual tono de denuncia social del director, pero personalmente creo 'El buen patrón' es, ante todo, una comedia negra. Quizás no una con la que reírse a carcajadas, sino más bien una de esas de humor incómodo y con mala leche, de las que no dejan títere con cabeza. Es cierto que el personaje de Julio —un hombre paternalista, manipulador y embaucador— se acaba convirtiendo en el centro de la diana ridiculizadora de León de Aranoa, pero al final nadie escapa ileso de su afilado guion, ya sean empresarios sin escrúpulos o trabajadores interesados. Entretenido y esperpéntico retrato de este mundo tan poco equilibrado en el que, como el propio Julio defiende, se tiende a trucar la balanza para que la medida sea exacta.