Crítica de Días de trueno por gjulo

Tony Scott se reencuentra con su héroe de Top Gun, Tom Cruise, pero esta vez es en la carretera en lugar de en el aire, y es sobre las cuatro ruedas. Una película de automovilismo en la que Tom Cruise interpreta a un piloto impulsivo y temerario en un intento por ganarse un puesto entre los mejores. Reconozcámoslo, Días de trueno (1990) es el tipo de película en la que es fácil adivinar lo que va a ocurrir a lo largo de los 110 minutos. Entre la rivalidad de los dos pilotos, la historia de amor y la venganza del joven piloto, se puede deducir rápidamente que se trata de una película bastante clásica de la época. También hay que admitir que uno queda atrapado en la película, cautivado desde el principio, y se encariña con los personajes. La historia, que ha sido adaptada muchas veces (en diversas situaciones en diferentes películas estadounidenses), sigue consiguiendo mantener nuestra atención. La dirección, los encuadres y las carreras en sí son apasionantes, lo que le hacen tener un gran ritmo y ese es el punto fuerte de la película, convertir una banal película de carreras de coches en una obra cautivadora que mantiene al espectador al borde de su asiento ¡con cada choque! Tom Cruise hace de guapo y carismático, lo acompaña Nicole Kidman, para desarrollar un romance clásico y sin aspavientos. Robert Duvall siempre está bien en cualquiera de sus personajes. Además, está dirigida por Tony Scott a la vieja usanza: se notan los efectos de velocidad, las carreras son apasionantes. Y por último, pero no por ello menos importante, Hans Zimmer está a bordo y es tan bueno como de costumbre realizando la banda sonora. En resumen, un entretenimiento agradable.