Crítica de Depredador por gjulo

En 1979, el séptimo arte conoció a un tal Alien, un monstruo extraterrestre que no se tomaba a bien a los desafortunados humanos que se cruzaban en su camino. ¿El resultado? Una película de culto instantánea, un auténtico modelo en el campo del terror puro mezclado con ciencia ficción. Por supuesto, muchos han intentado emularla, pero ninguno lo ha conseguido... excepto quizás Predator en 1987. Lanzada a bombo y platillo por el productor Joël Silver, la película decidió desmarcarse al máximo de su predecesora. El espacio y los astronautas fueron sustituidos por la jungla y una unidad de élite encargada de recuperar al ministro del gabinete presidencial en plena zona guerrillera de Centroamérica. El problema es que los soldados, excesivamente entrenados, no tardan en enfrentarse a una entidad desconocida y especialmente violenta. John McTiernan, un recién llegado al género de acción, orquesta un duelo sobredimensionado y ultrainmersivo en una selva más grande que la realidad. Como hizo Ridley Scott con Alien, McTiernan decide ante todo crear una atmósfera real para intensificar el clima de terror. Pero a diferencia de su primo lejano, que no contaba con ninguna estrella en el reparto, Depredador está protagonizado aquí por Arnold Schwarzenegger. Podría pensarse que la película habría perdido parte de su suspense con un héroe vestido como un espartano, pero todo el sentido de la película es socavar ese suspense... y no sólo un poco. Cuanto más avanza la película, más se extiende el miedo y el dolor por el rostro del musculoso actor, que lo consigue muy bien. La premisa de la película se basa en un crescendo que culmina en un tramo final antológico, en el que el hombre debe fundirse finalmente con la naturaleza para igualarse a su adversario. Con un virtuosismo pocas veces alcanzado, Depredador se erige como una de las películas más impresionantes que se recuerdan incluso hoy en día.