Críticas de La casa de las dagas voladoras

'La casa de las dagas voladoras' entra directamente en mis películas favoritas. Obra de ARTE -con todas las letras-. Preciosismo visual del más alto nivel, coreografías inolvidables y una serie de giros que no te ves venir para narrar una fantástica odisea. Vedla.

Esta es una de esas películas de artes marciales que sin duda te hacen amar el género. Con una buena historia que te engancha, unas imágenes que hacen que no puedas apartar la mirada, y unas magníficas coreografías que hacen que las luchas sean épicas. Por lo que yo no puedo hacer otra cosa que recomendarla.

Gustar me ha gustado, tiene bastante cosas buenas pero ojo, que también tiene sus cosas negativas, de las que no tiene ni pies ni cabeza.

-La lucha por el poder.

Los primeros quince minutos me estaban desmotivando, parecía que estaba viendo una película de esas chorras , y que quizás me había puesto la película que no era xD. Menos mal que es justo pasado ese pequeño rato, cuando ya mejora considerablemente, se le empieza a coger el punto con esas coreografías, y se presenta una interesante historia, que gracias a unos inesperados giros durante su desarrollo la hacen aún más destacable, pero llega a un final demasiado fantasioso para mi gusto, en el que se le puede poner bastante pegas en relación a varias cosas que suceden.

Lo mejor quizás sea la estética y ese apartado técnico bien cuidado. Así como esos giros que anteriormente he comentado y que te puede pillar de sorpresa.

Lo peor, puede ser ese inicio, algunos efectos, que si bien unos se pueden considerar pasables, otros en cambio se pueden mejorar . Y ese final, ese cambio repentino de tiempo, que no veas la que se lía en un segundo. lo de que uno de los contrincantes lleve una daga clavada, se caía varías veces sobre ella y siga tan campante , y que decir, de la resurrección de cierto personaje...

Diría que es entretenida y que puede estar bien para echarle un vistazo si te atrae este estilo.

Los cuerpos danzan al son de la muerte, la pálida nieve se tiñe de intenso rojo sangre y las dagas, como no podía ser de otra manera, cortan el aire con quirúrgica y letal precisión. Arte en movimiento dibujado sobre un colorido lienzo donde Zhang Yimou, continuando con el camino previamente iniciado en 'Hero', volvía a exprimir todos los códigos del lenguaje cinematográfico para dar así forma al que todavía hoy, y pese a haberse estrenado hace ya más de dos décadas, sigue situándose como uno de los más bellos poemas visuales que el género wuxia haya presenciado jamás. Un gusto extremo por la perfección estética aquí trasladado, bajo la sobrecogedora belleza de los Cárpatos ucranianos, a un doloroso triángulo de amor y odio en el que todos y cada uno de sus vértices, víctimas inesperadas de un destino que nunca pidieron, tienen algo que esconder. Nada es lo que parece en esta sugerente fábula donde mentiras, traiciones y pasiones prohibidas confluyen, con tanta fuerza como armonía, en un mismo y estilizado torrente de sentimientos encontrados.

El director chino, apostándolo casi todo al aspecto puramente audiovisual, nos adentra así en otra absorbente aventura cuya historia, si bien se desarrolla de un modo bastante arquetípico, no hace sino beneficiarse de tan arrollador despliegue sensorial para, en cierto modo, dar énfasis a todo su aspecto narrativo. Una propuesta ciertamente arriesgada donde el poder de la simbología, muy apoyada en su hipnótico juego de intensos cromatismos, se encarga de dar voz a todo cuanto unos geniales Andy Lau y Takeshi Kaneshiro, ambos arrastrados por ese ciclón de misterio y sensualidad que es la arrebatadora Zhang Ziyi, se guardan entre silencios contenidos y miradas furtivas. Pura poesía reconvertida, entre vistosas peleas y coreografías imposibles, en un épico drama romántico sobre todas esas batallas que libramos, a medio camino entre lo que anhelamos y lo que sabemos que jamás será, dentro de nosotros mismos. Entre deseo y deber. Engaño y certeza. La inevitable herida de un destino que, al igual que esta película, es capaz de dejar una cicatriz difícil de olvidar.