Se abre el telón. Una sucesión de sombríos animales antropomórficos, todos ellos atormentados por sus miedos más ocultos, desfila ante nosotros sobre un siniestro escenario que evoca a otro tiempo. Bajo ese ambiente de pesadilla encontramos a Arnold, un osito que vive cuestionándose su propia realidad y la del mundo que le rodea; uno cuya estética parece sacada de algún viejo libro de cuentos infantiles, donde los pájaros suenan como notificaciones de WhatsApp y en el que una mujer llamada María —la pareja de Arnold— habla como un frío e impasible sintetizador de voz. Con esa críptica premisa comenzaba 'Decorado', un sugerente cortometraje de animación con el que Alberto Vázquez, manteniéndose fiel a su estilo transgresor y lleno de contrastes, nos acercaba a un extraño y variopinto grupo de personajes, a sus angustias más profundas y a su dolorosa incapacidad para encajar en un universo que, como el propio título indica, parece un simple decorado.

Así, y a través de pequeños fragmentos que discurren bajo una narrativa no lineal, el realizador coruñés nos adentra en una alegórica fábula de tintes nihilistas y existenciales sobre la crueldad de la sociedad moderna. El deterioro de las relaciones sociales —aquí personificado en las figuras de Arnold y María—, las máscaras que adoptamos para ocultar nuestro verdadero ser o la falsedad de las redes sociales son solo algunos de los puntos que 'Decorado', sin renunciar nunca a su perverso sentido del humor, se atreve a exponer para dar forma a esta amarga crítica sobre lo irreal, crudo y superficial que puede ser el mundo en el que vivimos y, al mismo tiempo, sobre la desazón que puede provocar el intentar salirse de sus estrechos moldes de falsa seguridad. Pesimista, irreverente y cínico retrato de nuestra realidad más cercana y de todos aquellos que, como buenos espectadores en esta función teatral que es la vida, solo podemos pillar unas palomitas, tomar asiento y presenciar el incierto espectáculo que otros nos han preparado.