Thelma y Louise. Dos mujeres, dos vidas y un único destino: el de convertirse en uno de los dúos más célebres de la historia del celuloide y, del mismo modo, en los iconos de toda una generación. En el grito de todas aquellas mujeres que, al igual que nuestras protagonistas, deseaban escapar de la rutina diaria, subirse a bordo de sus coches y, por primera vez en sus vidas, decidir ellas mismas el camino a seguir. Un rumbo a ninguna parte convertido en viaje de liberación y encarnado en la figura de dos amigas que acuerdan, como forma de romper con la monotonía en la que viven atrapadas, tomarse un par de días de descanso en las montañas. Sin embargo, lo que en principio prometía ser una catártica e inofensiva escapada de fin de semana no tardará en encontrar diferentes obstáculos, todos ellos representación y reflejo de la opresión machista, que acabarán con el implacable peso de la justicia tras la pista de nuestras particulares heroínas. Lo que vendría a ser una historia clásica de venganza y fuga solo que aquí elevada a manifiesto feminista y canto a la amistad en su forma más pura.

Curiosamente, y quizás por considerarse demasiado subversivo para la época, el proyecto fue rechazado varias veces hasta que el guion de Callie Khouri, quien posteriormente ganaría el Óscar por su trabajo, acabó en manos de Ridley Scott y pudo al fin ver la luz. La polvareda que levantó en su momento, sobre todo entre los sectores más conservadores, solo es comparable con la provocada por el ya mítico Ford Thunderbird celeste a su paso por las áridas carreteras del suroeste norteamericano. Ese símbolo de libertad que es la Ruta 66, siempre al amparo de la soledad del desierto y bajo la inalcanzable mirada del horizonte, encontraba a sus mejores discípulas en las figuras de esas dos mujeres cuya independencia pasaba, precisamente, por renunciar al pasado y entregarse al liberador futuro ofrecido por su viaje iniciático. Una entretenidísima y emotiva road movie con unas maravillosas Susan Sarandon y Geena Davis, una fantástica puesta en escena y un memorable final que, pese a poner el cierre a esta historia, suponía, de algún modo, el comienzo de una nueva era.