
Henry Fonda
Juror 8
Tras escuchar todos los testimonios y valorar las pruebas presentadas, un jurado popular compuesto por doce hombres tiene que decidir, por unanimidad, si absuelve o condena a muerte a un joven acusado de haber matado a su padre. Al principio, once están completamente convencidos de su culpabilidad y se inclinan por la condena, pero el que discrepa empieza a plantear dudas razonables que, poco a poco, van resquebrajando la inicial seguridad de los demás.
En los años 50, en Estados Unidos, un tribunal debe emitir un veredicto sobre un joven acusado de asesinar a su padre a sangre fría. Los doce miembros del jurado deliberan para llegar a una decisión, que podría conllevar la pena de muerte si el adolescente es declarado culpable. A primera vista, las deliberaciones deberían ser rápidas, permitiendo a cada miembro del jurado volver rápidamente a sus actividades privadas. Sin embargo, durante la votación, el jurado número ocho, Henry Fonda, levanta la mano por "no culpable". En medio del caldeado ambiente, todo se pone en tela de juicio y los doce hombres tendrán que ser persuasivos y enfrentarse entre sí para llegar a un veredicto unánime.
Durante los 95 minutos que dura la película, no sabremos si el joven es culpable, y ése es el punto fuerte de la película y del personaje de Henry Fonda: su capacidad para infundir la duda donde todo era seguro, y para plantear indirectamente la cuestión de la pena capital. Hay que admitir que el guion tiene un aspecto ligeramente artificial, en el que todo sólo es posible porque el juicio fue una chapuza con un abogado de oficio que, evidentemente, no hizo su trabajo todo lo bien que debería... (pero esto también es una realidad, incluso en democracias como las de Estados Unidos y no hay que ir muy lejos, en nuestro país como en muchos otros también ocurre, no se puede negar, aunque hay que lamentarlo). El desenlace de la película también me parece demasiado previsible: desde el momento en que los partidarios de la absolución son cada vez más numerosos, no hay verdaderos giros y la película avanza sin grandes sorpresas, casi hasta el punto de resultar demasiado fácil.
Sin embargo, la dirección de Lumet es excelente y consigue mantenernos en vilo durante hora y media, a pesar de que el desenlace de la película parece cada vez más evidente. Hay una o dos escenas demasiado cuidadas, en particular aquella en la que entran en la habitación, cada uno con una actitud, un pequeño gesto, una mirada: todo está calculado, no parece muy natural. Pero, salvo algunas excepciones, la película está notablemente bien controlada, con un reparto extraordinario, casi todos los doce miembros del jurado interpretan muy bien sus papeles. Los doce hombres son muy diferentes entre sí, con personalidades y orígenes sociales variados, pero cada uno desempeña un papel en el desarrollo del debate, y el guión los pone en juego con una precisión milimétrica. Sobre todo, lo esencial de esta película es que la forma está al servicio del contenido, Sidney Lumet pone el dedo en cuestiones absolutamente esenciales, como la responsabilidad de una decisión judicial, responsabilidad que es tanto mayor en un sistema judicial que practica la pena de muerte. La cuestión a la que se enfrentan aquí los jurados no es si el acusado es culpable o no, sino si existen pruebas suficientes para estar seguros de no enviar a un inocente a la silla eléctrica. “12 hombres sin piedad” es, por tanto, un alegato a favor de la justicia basada en la certeza, y una fuerte crítica a la pena de muerte, que puede imponerse tanto a culpables como a inocentes. Cincuenta años después, la actualidad da la razón a Lumet: numerosos casos de condenados a muerte que fueron posteriormente exonerados han conducido a una lenta pero constante disminución de la pena capital en Estados Unidos.
En términos más generales, la película también se centra en los fenómenos de grupo, en la fuerza y el peso, pero también en la volubilidad, de la opinión dominante; aborda la cuestión de los límites de la justicia y de lo que hoy llamamos la democracia de opinión, el peso de los prejuicios y de nuestro habitus, como diría Bourdieu.
En resumen, una película magistral sobre temas esenciales, que sólo puedo recomendar a quien aún no la haya visto.
Cuando veo que doce hombres sin piedad del director Sidney Lumet tiene esas valoraciones, me espero una película que me vaya a dejar huella y una vez vista tengo la sensación que está sobrevalorada...
Película judicial de principio a fin, donde el noventa y cinco por ciento de la película se desarrolla en una única sala donde doce hombres, que son un jurado popular, deben decidir si un joven muchacho de dieciocho años es culpable de asesinato y por ende debe morir en la silla eléctrica. Todo parece muy claro, pero uno de los hombres, plantean ciertas hipótesis que hace que sobrevuele la duda sobre la habitación en la que se encuentran.
La temática es interesante, pero es muy predecible y aunque tiene grandes momentos, hay otros que se me han hecho bola donde solo veo un par de hombres discutir, sin un debate demasiado profundo y donde muchos de ellos son demasiado fáciles de convencer.
Sin duda lo mejor de la película son las interpretaciones, todos con un empaque palpable y gracias a ellos no es un tostón infumable y lo variopintos que son cada uno de los hombres que están en la sala, gracias a ellos sostienen el largometraje, pero no me parece para tanto.
Se hace una buena crítica de los prejuicios sociales, pero poco más, no me ha terminado de llegar como me esperaba por las valoraciones vistas, entiendo que es una película de 1957 y era otra forma de hacer cine, pero hay otras películas o superproducciones de aquella época que me han llegado muchísimo más que esta que casi pasa sin pena ni gloria por mis retinas.
Solo la puedo recomendar por disfrutar de grandes interpretaciones y de hombres que muestran un porte que traspasa la pantalla, a Henry Fonda no lo tengo que descubrir pero por lo demás es entretenida sin más.
Esta película es la prueba de que un buen guión que mantiene la tensión todo el rato y un conjunto de buenos actores son medio trabajo hecho, si se suma una dirección inteligente y un poco de creatividad encontramos una joya para la que no pasan los años. Es decir, un clásico.
En la carrera de Henry Fonda no se puede encontrar un único papel importante, pero uno de ellos sería el del Jurado Número 8, sin duda. Pero es que todos los actores están increíbles.
Mucho más se podría decir de esta película, pero sólo añadiré que es una de mis favoritas.
12 hombres sin piedad (12 Angry Men) es un drama judicial de 1957 dirigido por el maestro del cine con crítica social Sidney Lumet y protagonizado por un sereno pero sensacional Henry Fonda, en el que es sin duda uno de sus mejores papeles, junto a otros 11 actores que de una manera u otra tendrán su momento de gloria.
La trama es sencilla, ***contenido con spoilers***
***contenido con spoilers***
Sin duda que nos encontramos frente a una gran película que nos muestra un interesante estudio del ser humano, ***contenido con spoilers***
En definitiva un filme totalmente recomendable que no necesita mucho para funcionar, "tan solo" un gran guión, unas buenas actuaciones capaces de crear una gran tensión, una buena dirección, un par de escenarios o tres, ***contenido con spoilers*** y ya está, un clásico del cine en toda regla y una de las mejores películas del señor Sidney Lumet.
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